Da una corripondenza di oggi, 10 febbraio da Esmeraldas, dell’importante quotidiano ecuadoregno.
El no haber aprendido en su niñez a leer ni a escribir, obligó a Ana Cabezas, oriunda del recinto Milagro, parroquia Montalvo, a recibir en su hogar a niños en edad escolar de su pueblo y de otros sectores rurales para que vivan allí, reciban el cariño de una madre y asistan a la escuela. Ana Cabezas vive en una humilde casa en el barrio Chone, donde pueden faltar adornos y lujos, pero lo que sí sobra es armonía y hermandad; allí alberga a 35 niños y niñas cuyos padres residen en sectores rurales de la zona norte y son de escasos recursos económicos o que ella considere que no pueden estudiar por alguna razón en el seno de sus padres.La labor social y de solidaridad la inició en el 2002 con diez niños, más sus cinco hijos y para mantenerlos cocinaba y lavaba roja ajena. Auque estaba conciente de que los niños no deben trabajar, a los más grande los mandaba al mercado a ganarse la vida pelando cebolla o haciendo alguna otra actividad.
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Pago con víveres
Los niños por la labor que hacían no recibían el pago en efectivo sino en víveres para que nunca faltara la alimentación en el hogar. Las patronas de Ana también eran solidarias con ella y colaboraban con alimentos, ropa y enseres que necesitara para la casa albergue.
Los dos primeros años fueron muy duros mantener a los niños, pero Ana no podía declinar en devolver a los menores con sus padres y la atormentaba sólo pensar que los infantes corrían el riesgo de formar parte de las filas del analfabetismo.
Para evitarlo buscó ayuda en el Municipio, Gobernación, Consejo Provincial y otras instituciones donde no recibió ninguna respuesta favorable, hasta que apareció una persona que le dijo que pidiera ayuda en la Curia; antes de ir, su hija le escribió en una hoja todo lo que había dicho antes cuando solicitaba ayuda.
Estaba llorando
Al entrevistarse con la madre Bertilla Andreatta, conocida como la ‘Made Camila’, (Madre Camilla), directora del dispensario médico ‘Madre Anastasia’ de la Catedral Cristo Rey, encontró una luz de esperanza. Después de que la madre Camila leyó su pedido, la miró a los ojos y Ana estaba llorando.La monja recuerda que lo primero que le pidió Ana fue que le ayudara a matricular en la escuela a diez niños, ¿y tú tienes 10 hijos? le preguntó la madre. En ese momento conoció la historia de una humilde mujer que luchaba por la superación académica no sólo de sus hijos sino de otros niños de varias comunidades rurales.
Por la época la matrícula costaba cinco dólares por cada niño, el director de la escuela ‘Gonzalo Abad Grijalva’, del barrio Chone, para colaborar cobró nada más que dos dólares por cada menor.
En una loma
La madre fue a conocer la casa de Ana Cabezas y encontró sobre una loma una vivienda de madera con piso de tierra y con camas literas improvisadas, en un lado estaban los varones y en otro las mujeres.
La monja gestionó en Italia algo de ayuda para reparar la casa, hacer el piso de cemento y construir dos baños, “la idea era hacer una casa de cemento para comodidad de los niños, pero por la ubicación no se puede”, comentó la madre Camila.
La vivienda de Ana tiene las características de una casa de campo; para llegar hay que subir por una inmensa escalera de madera, al ingresar se encontrará con los niños, que dependiendo de la hora estarán viendo televisión, sentados en unos bancos alrededor de una gran mesa rústica de madera haciendo los deberes o comiendo, mientras que los más pequeños son atendidos por las chicas grandes.
Inicia jornada
La jornada en el ‘Hogar campesino’ en épocas de clases comienza a las 05h00, las niñas más grandes ayudan a preparar el desayuno, mientras los pequeños estudian una hora y media, de cinco a seis y media de la mañana, luego desayunan y se van a la escuela. La mayoría de los niños son destacados estudiantes.
Los menores sólo viven en el hogar hasta que terminan la primaria y se los devuelve al hogar de sus padres, pero se da prioridad a las niñas hasta que culminen el bachillerato, y si hay la oportunidad pueden seguir estudiando en la universidad. De esa manera Ana trata de evitar la promiscuidad, porque la casa no cuenta con los espacios necesarios para dar cabida a todos.
En las vacaciones los niños van a casa de sus padres y se quedan sólo los más pequeños cuyos padres se encuentran trabajando en comunidades muy lejanas.
Título universitario
Mariana, terminó la primaria viviendo en el ‘Hogar campesino’, después ingresó al Instituto Superior ‘Eloy Alfaro’, donde cursa el tercer año de bachillerato en Administración de Sistema, su mayor anhelo es obtener un título universitario y convertirse en una próspera empresaria.
Mariana ayuda a los más pequeños con dedicación como si fueran sus propios hermanos, es que ella dice que con ese mismo amor la trataban cuando era pequeña y ahora está retribuyendo lo que recibió.
María tiene 15 años y ya va a sexto curso, junto con Mariana se encarga de hacer la comida para todos los que viven en el ‘Hogar campesino’.
EL DATO
El ‘Hogar campesino’ alberga a niños de 2 hasta los 12 años, las niñas pueden quedarse hasta los 20 años.
SE REQUIERE AYUDA
Las personas que deseen colaborar con la noble labor que realiza Ana Cabezas, pueden hacerlo con ropa para niños y niñas de dos años de edad en adelante, víveres, utensilios de aseo y por el momento lo que más necesita es una licuadora y una lavadora, pues, ella tiene que lavar a mano la ropa de todos los niños que viven en el Hogar.
Le gustaría cambiar la rústica mesa por otra que motive más el interés de los chicos, pero sus limitaciones económicas se lo impiden. Para comunicarse con el ‘Hogar campesino’ se puede llamar al teléfono 2 714-792. Actualmente muchos de los niños y niñas están pasando vacaciones en el hogar de sus padres.